Aprende de Buster Keaton, de Harold Lloyd, de Groucho y Chico o, incluso, de Emilio Aragón. Porque triunfar en el mundo del vídeo online, sin duda el centro de la creación de contenidos, va mucho más allá de tener gracia, desparpajo o un iPhone 14 con cámara de 48 MP y chip A16 Bionic.
Los Lumiére fueron la herramienta, Edison el magnate con tanta caradura como visión de negocio, Méliès y Segundo de Chomón —insigne y olvidado turolense y uno de los grandes pioneros— creatividad y técnica, Alice Guy precursora de la ficción cinematográfica…
Pero los primeros llegaron mucho más lejos y no por ser el vagabundo antisistema, la bomba sexual—¿Llevas una pistola en el bolsillo o es que te alegras de verme?— el imperturbable cara de palo o Milikito. Llegaron por una visión global —tres sesenta, diríamos ahora— del negocio audiovisual. Chaplin y West escribían sus guiones, el primero, junto a Mary Pickford y otros artistas montó United Artist para producir sus películas, Emilio Aragón es el hombre orquesta del audiovisual español y que, mira por dónde, empezó siendo el payaso mudo.
Harold Lloyd, Safety last, 1923.
Así, que, si quieres ser Ibai Llanos, TheGrefg, Ninja, Pokimane…, además de rodearte de un gran equipo, necesitas revisar —o descubrir— a los clásicos y, también, ponerte las seis gorras del streaming.
1. La gorra de técnico. Claro que tienes que conocer las herramientas, los programas de edición, dominar la cámara —El ojo en el corazón del poeta la llamaba Orson Wells— y unos sencillos trucos de iluminación — que, al fin y al cabo, con tres lámparas de mesa de Ikea puedes hacer algo apañado—y mimar el sonido —qué importante, y qué poco se cuida el sonido en el streaming—. Pero no te obsesiones, siempre habrá un altruista tutorial a mano.
2. La gorra de guionista. Para mí, la más importante. Donde marcarás tu posicionamiento, tu frase —Sayonara Baby— y tu sintonía, tu identidad visual, desde caretas de entrada a la mosca como logo… en la que manejarás el storytelling para crear una narrativa propia y poder, incluso, trasladarla a un entorno transmedia que amplíe tu universo: blog, podcast…
Y la creatividad, siempre la creatividad.
3. La gorra de protagonista. Los arquetipos para la creación de tu personaje: ¿serás el sabio?¿el héroe?¿la exploradora? —¿a qué te ha salido rápidamente Dora?, pues eso— ¿el rebelde?…
Y el ensayo. Pasaron los tiempos de enciendo la cámara y lo que salga. Lo caro ya no son los metros de película a revelar, tampoco los equipos. Lo realmente caro es la atención del público. Y tienes que ganártela, dominar la escena. Los grandes del cine mudo venían del vodevil, de las varietés, esa comedia ligera que intercalaba números musicales, casi esos vídeos de la prehistoria youtubera, con muchas caídas y golpes, muy Jackass. Pero los que aguantaron el tirón fueron los que evolucionaron, los que empezaron a preocuparse por el fondo más allá de la forma, por el contenido.
4. La gorra de director. Nada más parecido a TikTok que el cine más clásico. Planos cortos y cuadrados, o verticales, la importancia de la expresión facial —las apabullantes panorámicas de John Ford fueron creadas para competir con la incipiente televisión— con música y/o subtitulados, cortos y cargados de fuerza. Y, si utilizas imágenes y/o música de otros, cuidando mucho eso que se llaman derechos: Copyright, Creative Commons, Dominio Público…
5. La gorra de productor. Money, money, money. La tan ansiada, y utópica, monetización. Donde tendrás que conocer las plataformas, moverte por YouTube, Twitch, TikTok, Be Real, Clubhouse —¿Clubhouse?¿Qué era Clubhouse?¿Alguien se acuerda de Clubhouse?— sin dejarte deslumbrar por los tienes que estar. Tampoco por esos metaversos que empiezan a deslizarse sin remedio por el abismo de la desilusión de Gartner.
La pasta, si está en algún sitio, es en las colaboraciones con marcas, en el branded content, en ese universo expandido que habrás explorado mientras llevabas puesta tu gorra de guionista. Y siempre teniendo claro que el centro de tu mundo digital es tu site, tu blog, que TikTok está muy bien, o Instagram, o YouTube —mejor Vimeo— pero que sus dueños son Zhang Yiming, Zuckerberg, Google… y el recién llegado Elon. Y que, si alguien tiene que monetizar, primero van ellos y luego ya si eso.
Segundo de Chomón, El hotel eléctrico, 1908.
6. La gorra de crítico. Aquí entra conocer a tu target, tu buyer persona, tu público o como quieras llamarlo. Hacer cine de autor está muy bien pero, si has llegado a este artículo y a este apartado, creo que lo que te interesa es, de nuevo la palabra, monetizar. Algo, mucho, o lo que se pueda, incluso puede que no sea el dinero, sino la relevancia.
La psicología, la Influencia de los libros de Robert Cialdini, ese cerebro reptiliano que nos hace movernos al son que marcan los principios de Afinidad, Reciprocidad, Prueba Social, Compromiso, Autoridad y Escasez. Saber que, si buscas El Dorado Viral es muy posible que acabes formando parte de lo que se conoce como efecto Streisand que, resumido, viene a decir que se viraliza más lo que no queremos que lo que queremos. Sobre todo si eres una marca. Los memes, el humor y sus cada vez más estrechos límites.
Y, sobre todo, medir, medir, medir.
No hay fórmulas mágicas en el mundo del vídeo online, solo trabajo, mucho trabajo. Saber lo que te funciona, mejorar lo que no. Trabajarse el engagement, que no basta con subir vídeos y compartirlos, que hay que contestar a los comentarios, moverte por otros canales, crear comunidad, interactuar.
En resumen, tener luces, manejar la cámara y dominar la acción.
Y estos son mis principios y, si no te gustan, tengo otros.
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