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Alguna vez, con la seguridad que pueda dar el éxito y la razón del tiempo, Massimo Vignelli se atrevió a decir que el logotipo de American Airlines no había cambiado en más de 40 años porque en realidad no le hacía falta. La perfección de la propuesta, desde la tipografía hasta el color, le era tan evidente a él —su autor—, a la aerolínea y a la historia, que el logo se ha mantenido casi a perpetuidad. Hasta ayer.
American Airlines anuncia y enseña el cambio de su famoso diseño. Tras año y medio sumida en un proceso de reestructuración total, iniciado con la bancarrota de 2011, la compañía ha apostado porque ese cambio se traduzca igualmente en los aspectos visuales y de comunicación de la marca. Aprovechando el estreno del nuevo diseño exterior de su avión insignia, el Boeing 777, se ha desvelado la imagen gráfica que identificará a partir de ahora a toda la flota.
La flamante imagen corporativa creada por Futurebrand (responsables también del branding de British Airways), supone una ruptura total con el trabajo de Vignelli, que desarrolló durante 1966 y 1967, cuando aún estaba en Unimark. Una estilización original del águila y la doble A, que caracterizaba a la marca desde su primer vuelo, en 1934. El italiano unió gráficamente las dos palabras en el logotipo, separadas por un salto de color. Juego visual que fue en aquel entonces un alarde de transgresión.
En este cuarto cambio de identidad en la historia de AA, Futurebrand ha optado por esconder los dos elementos más potentes, las iniciales y el águila, en consonancia con la radical transformación que está experimentando la aerolínea. Así no quedan rasgos que podamos asociar a estos últimos años oscuros. Sin embargo la omisión supone una matización, donde en realidad no se renuncia a mostrar estos signos sino que se revelan de forma implícita, pues podemos ver la cabeza del águila en el pliegue de la franja roja y acaso la diagonal de una A (o dos) en la línea que construye la suma de las dos franjas.
El símbolo lo podemos asociar también con un ala de avión o con la cola. A un servidor le sugiere un águila que vuela sobre unas plantaciones. La cabeza incluso se me antoja tridimensional (más allá del juego de la doblez que se percibe a primera vista) por el blanco que la separa de la parte azul.
En cuanto al color, se han iluminado los tonos de rojo y azul, dándole más intensidad a la marca. Asimismo, el plata característico de American, fruto de un empecinamiento en los primeros años de la compañía por ahorrar combustible evitando cargar de pintura los aviones, se convierte en un tono aluminio, realmente impresionante por la limpieza que proyecta.
La tipografía deja de ser Helvética (menos mal), mantiene la ausencia de remates y se convierte en una tipo un tanto anodina, con menos cuerpo, pero más acorde con los tiempos que corren. Es quizá este aspecto lo más decepcionante del proyecto.
En cuanto al diseño del fuselaje de los aviones, se concluye que se distancian del símbolo principal, para componer un grito patriótico que ensordece. La cola resulta una bandera hecha con franjas de distinto grosor y color. No desaprovechan la parte más importante visualmente de los aparatos y, aunque como digo, rompe con la estructura del imago, es de justicia reconocer que tiene su aquel, y resulta altamente llamativo y efectivo. La asociación de la marca con valores del país, aquí termina de explotar.
En conjunto, el cambio resulta interesante aunque para mí incompleto, por la tipografía, poco arriesgada y excesivamente neutra. Y no sé si el diseño de la cola —aunque muy atractivo— resulta un tanto forzado con el imago y el logotipo. Paso por alto sobre el tema de las sombras y degradados. En este caso resultan justificados.
Señor Vignelli: resultó no ser tan perfecto. El tiempo, que no perdona ni a la Helvética.
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