Publicado el 10/02/2022 - Actualizado al 25/11/2022 · 2 min read
Artista, editor, intelectual, fotógrafo, escritor, diseñador… en definitiva, un creador poliédrico. Alberto Corazón perteneció a la generación de aquellos padres de la modernización gráfica española impulsada por las instituciones públicas y empresas de nuestro país tras el final de la dictadura y la vuelta de la democracia.
Su legado, aún presente en nuestro día a día, es imposible olvidarlo. Hacer una retrospectiva a su memoria es un deber cuando se cumple el primer aniversario del fallecimiento.
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Inconformista, vital, invencible, arrollador y, como diría su gran amigo Enric Satué, un gran conquistador. Un conquistador que en 1989 se alzó con el Premio Nacional de Diseño. Antes había logrado ya el reconocimiento internacional de Arts Director Club de Nueva York o los British Design Awards. Más tarde, en 2006, se convirtió en el primer diseñador que ingresó en la Academia de Bellas Artes de San Fernando.
Y es que poco más se puede hacer en una disciplina: inventarla, asentarla, protegerla y fomentarla. Con Alberto se fue un diseñador que defendió que el diseño se debe pensar desde la antropología, un creador que demostró que lo gráfico es una identidad que construye cultura y memoria.
Él es el autor de marcas tan conocidas y populares como las de la ONCE, la UNED, Paradores Nacionales, Anaya, Mapfre, la Casa del Libro, el Gobierno de La Rioja, Cercanías Renfe, el teléfono Domo… Obras de las que el público general, quizá, desconoce su autoría, pero que nosotros —los que trabajamos en el mundo del diseño y la comunicación visual— tenemos integradas en nuestra percepción.
Muchas de sus marcas, en concreto las diseñadas para el sector público, están siendo atropelladas y modificadas sin guardar coherencia con el diseño de su creador. Estos proyectos deberían contar con la visión de su autor original, o con las entidades, organizaciones o personas encargadas de guardar y proteger su legado. Las marcas tienen derecho a cambiar, sí, pero hay que asegurarse de que los procedimientos de rebranding sean los adecuados. Como el que cambia una fachada protegida. El patrimonio gráfico es también patrimonio, y debe ser respetado.
Alberto Corazón: una obra por descubrir
Hemos mencionado ya algunas de sus obras más conocidas. Pero, en este aniversario, queremos hacernos eco, aunque no sea lo habitual, de algunos de sus trabajos que han pasado más desapercibidos.
Alberto Corazón realizó diseños para diferentes ONG y es el autor de campañas de protesta y reivindicación de derechos como el “Paremos la guerra” en 2003 —en protesta contra la invasión de Iraq por parte de Estados Unidos. El “¡Basta Ya!” en 2004 —contra el terrorismo etarra y en apoyo a las víctimas y el Estado de derecho—.
Le siguieron el cartel “MachisNO”, en 2009, —para alertar contra la lacra de la violencia contra las mujeres—. Así como una magnífica pieza para la Asociación Pro Derechos Humanos.
En otros terrenos, también realizó proyectos personales como un maravilloso ajedrez de ejemplar único para su hijo Alberto.
Y piezas tan curiosas como este zapato tipográfico, o esta lámpara de alabastro diseñada para una fábrica de Navarra.
Como diseñador, además de su enorme legado, destacó por su forma de afrontar los proyectos desde una vocación de servicio a la comunidad. Escuchando, respetando y ofreciendo propuestas útiles y certeras. Y es que Corazón, más que nadie, hacía honor a su apellido: hacia las cosas de corazón e impregnaba esa pasión en cada uno de sus proyectos.
Para Alberto nada se escapaba a su infinita curiosidad. Por eso, más que nunca, seamos curiosos e inquietos. Y aún más en esta época de pandemia, erupciones y ruido en constante ebullición.
Desde aquí de nuevo, amigo, gracias por haber sido y por seguir siendo para muchos de nosotros un referente fundamental. Tú no estás, pero tu obra se queda con nosotros y no hay mejor manera de recordarte.
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